visité
la higuera del jardín de mi abuela y tomé
un
higo
cuando
lo separé de la rama que
lo
sostenía
el
tallo escupió una gota de leche blanca
que
no era leche excepto para mi
que
no conozco mucho de higos
llevé
el higo como quien lleva un pájaro huérfano entre las manos
me
identifico con los pájaros más que con las rocas
no
porque puedan volar sino por cómo brincan en las banquetas con sigilo
por
la forma en que recogen las migajas del suelo con el pico
mamá
y papá no son pájaros
mamá
y papá son rocas que se erosionan
con
las manos del uno con las manos del otro
cuando
mamá y papá se tocan se hacen blandos
aunque
no sean rocas y sus manos no sean agua
sino
manos humanas
tomé
el higo en mis manos como el pájaro que no soy
pero
con el que me identifico plenamente
no
por poder volar
sino
por cantar a pesar de vivir en una ciudad que
podría
llamarse Cementerio
puse
el higo en un plato blanco de cerámica junto a la ventana durante tres días
cuando
amanecía abría las persianas
y
el higo se iluminaba con el sol
y
todo el día podría haberse sostenido en ese hecho
lo
tomé con las manos, lo toqué
lo
puse sobre mis piernas
busqué
el mejor ángulo para tomarle fotografías
lo
hice rodar sobre mi panza
antes
de comerlo