Algo
de medicina tienen.
Algo
de sombra y linterna
y
cristales fluyendo debajo de los puentes.
Les
apasiona saludar desde balcones,
tener
los ojos claros,
espiar
el modo en que otros animales
hacen
el amor.
Se
parecen a los parques en sus juegos
de
viento y permanencia
y
por eso envejecen cultivando jardines.
A
cada rato están salvándose del mundo:
salen
a caminar cuando el sol baja,
se
cuidan de la lluvia,
cruzan
la calle mirando hacia los lados
como
si fueran niños,
como
si recordaran ese tiempo
cuando
en medio del patio deletreaban su nombre
ante
un montón de piedras y vasijas.
Algo
medicinal hay en las gentes
que
recorren la tarde
sin
decir a dónde se dirigen,
algo
que la muerte no comprendería:
un
paraguas,
un
trozo de galleta.
Una
camisa de color azul.Twittear