cinco
dedos soberanos tasaron el aliento,
duplicaron
el globo de los muertos y dividieron un país;
estos
cinco reyes dieron la muerte a un rey.
La
mano poderosa lleva a un hombro inclinado,
los
nudillos se crispan en la tiza;
una
pluma de ganso puso final al crimen
que
había puesto fin a la palabra.
La
mano que firmó ese pacto engendró fiebre,
y
creció el hambre y vino la langosta;
grande
es la mano que domina al hombre
tan
sólo con un nombre borroneado.
Los
cinco reyes cuentan los muertos pero no mitigan
la
herida en su costra ni acarician la frente;
una
mano rige la piedad como otra rige el cielo;
las
manos no tienen lágrimas que derramar.