me cercaban silencio y
soledad,
cuando dejaron cerca de mi
huesa
a alguno que murió por la
Verdad.
En el suave coloquio que
entablamos,
vecinos en la lúgubre
heredad,
me dijo y comprendí: Somos
hermanos
una son la Belleza y la
Verdad.
Y así, bajo la noche, tras
la piedra,
dialogó nuestra diáfana
hermandad
hasta que el rostro nos
cubrió la yedra
y los nombres borró la
eternidad.
Versión de Carlos López
Narváez