Porque
si tú existieras
tendría
que existir yo también. Y eso es mentira.
Nada
hay más que nosotros: la pareja,
los
sexos conciliados en un hijo,
las
dos cabezas juntas, pero no contemplándose
(para
no convertir a nadie en un espejo)
sino
mirando frente a sí, hacia el otro.
El
otro: mediador, juez, equilibrio
entre
opuestos, testigo,
nudo
en el que se anuda lo que se había roto.
El
otro, la mudez que pide voz
al
que tiene la voz
y
reclama el oído del que escucha.
El
otro. Con el otro
la
humanidad, el diálogo, la poesía, comienzan.
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