Eviten que el perro ladre
dándole un hueso jugoso,
Silencien los pianos, y con
un apagado timbal,
Saquen el ataúd, dejen pasar
a los deudos.
Que los aviones nos
sobrevuelen en círculos luctuosos
garabateando en el cielo el
mensaje Él ha muerto,
Pongan un crespón alrededor
de los cuellos blancos de las palomas,
Que los policías de tráfico
usen guantes negros de algodón.
Él era mi Norte, mi Sur, mi
Este y mi Oeste,
Mi semana de trabajo y mi
descanso dominical,
Mi mediodía, mi medianoche,
mi palabra, mi canción;
Creí que el amor sería
eterno, pero me equivoqué.
Ya no deseo las estrellas:
apáguenlas todas;
Llévense la luna y
desmantelen el sol;
Vacíen el océano y talen los
bosques,
Porque ya nada puede volver
a ser como antes.
Versión de Luis S.